Ciprés

Enhiesto surtidor de sombra y sueño/

que acongojas el cielo con tu lanza./

Chorro que a las estrellas casi alcanza/

devanado a sí mismo en loco empeño./

Primera estrofa del soneto "Al ciprés de Silos" de Gerardo Diego.

En la mitología griega el joven Cipariso fue amante del dios Apolo y sin querer mató con una jabalina a una preciosa cierva blanca que le había regalado precisamente el dios y a la que quería enormemente por lo que le invadió una gran tristeza de tal forma que le suplicó al dios que le permitiera llorar y estar  triste siempre, petición a la que el dios accedió convirtiéndolo en ciprés, árbol del duelo por los seres queridos y dedicado desde entonces a los difuntos.